Hora de comer {P}

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Mensaje por Ariel Walker Miér 19 Ago - 21:21

Odio esas mañanas en las cuales me tengo que despertar por sentir algo caminando sobre mi. Es tan asqueroso. No me tomé la molestia de abrir los ojos para averiguar que era, seguramente me daría miedo ver sus muchos ojos y sus muchas patas. Estiré mi brazo, tratando de encontrar por medio del taco al dichoso insecto. Sentí sobre mi muslo algo y ahí dirigí mi mano. Lo sujeté, sentí escalofríos al poder tocar una forma redonda y pequeña, sabía lo que era, una cucaracha. Lancé al animal lejos retorciéndome en mi propia cama - ¡Puaj! - Nunca me han gustado los insectos, y mucho menos unos tan rastreros y desagradables como las cucarachas, al menos servían como un despertador.

El pequeño animalito me había matado el sueño, ahora sé porque tengo unas ojeras tan grandes bajo mis ojos. Finalmente los abrí, en ese momento me di cuenta de que era muy temprano, MUY temprano, la luz del sol aún no iluminaba todo el cielo, apenas amanecía y hacía frío. Me cubrí con las mantas, por alguna razón siempre quedaban fuera de la cama, cosa que me mataba de frío por las noches. Me senté sobre el viejo colchón, el cual rechinaba cada vez que me movía. No me gusta. Me tallé los dos ojos soltando un bostezo, odio esas mañanas en las cuales soy despertado por una cucaracha.

Miré a mi alrededor, vaya, el bunker en el que vivía con Lluse Cains no estaba en unas muy buenas condiciones, quizá porque a ninguno se nos ocurre hacer un poco de limpieza. Solté un suspiro aún mirando mis al rededores, no había muchas cosas interesantes, era una mañana fría y tranquila. Me levanté poco a poco, el frío había ocasionado que mi cuerpo se entumiera, caminé un par de pasos, encorvado y abrazándome a mi mismo en busca de algo de calor. Me dirigí hasta un pequeño baño, en el cual yo había arreglado la luz y colocado un viejo foco que por suerte había encontrado hace un par de días. Abrí un pequeño botiquín, en el cual había dos cepillos y una pasta la cual realmente ya no tenia mucho contenido. Tomé uno al azar, no recordaba cual era mi color de cepillo, siempre tomaba el que yo quería. Vertí la pasta y comencé a cepillar mi dentadura, dándole atención a el par de colmillos blancos que sobresalían la mayoría de las veces de mi boca. Al terminar salí del baño y me detuve un momento, algo no estaba bien, sentía que me faltaba algo. Me rasqué la cabeza y en ese momento supe lo que era.

Un gruñido había salido de mi estómago, tenía hambre. Me sobé un poco el vientre, de manera circular para tratar de apaciguar mi hambre, pues aún era bastante temprano como para morder a Lluse; pero a pesar de mis intentos, los gruñiditos no pararon. Me preocupé un poco entonces, acercándome hasta la cama del Lobo. El idiota disfrutaba de una cama alta y con una cortina que impedía que yo le mirase durante la noche, era bastante injusto, pero no me podía quejar demasiado, pues él me dejaba tomar su sangre para yo poder seguir viviendo; pero no tan temprano …

Me asomé por debajo de la cortina para no hacer ruido. Al parecer si se encontraba cómodo en su cama,  fruncí un poco el ceño al verle tan cómodo, el no sufría por cucarachas que se suben para compartir la cama. Le miré fijamente, con el ceño fruncido durante unos momentos esperando a que se despertara, pero aquello no sucedió. Esta vez, acerqué mi dedo y piqué un par de veces su nariz alejando  rápidamente mi mano y bajando mi rostro para evitar un golpe. No funcionó, ¿No logré que se despertara de una linda manera? , pues entonces tendría que ser más rudo con él.

Esta vez me aventuré en la cama ajena, subiendo lentamente mi cuerpo quedando encima del Lluse - Chachorro- Murmuré el apodo que le había dado, me gustaba bastante. Me recorté sobre su cuerpo, era cálido, justo lo que ocupaba para un amanecer frío - Tengo hambre - Le susurré cerca del oído, podía notar las venas de su cuello, y algunas marcas en él ¿ Había salido de nuevo a vender su trasero?. Aquello por alguna razón me ponía un poquito molesto - Lluse - Le jalé de la oreja suavemente, sabía que mi ligero peso no le despertaría - Lluseee ~ - Le llamé en un ronroneo, quizá así sí se despertaría, pues él siempre satisfacía a sus clientes - Estas apretado - Le seguí murmurando cosas en un tono erótico, aquello me divertía, sería genial que el constestar algo como "más, dame más" - Ah Lluse, me vendré dentro - No sé como soporté no reírme mientras decía aquello, sólo espero que no me golpee.
 
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Mensaje por Lluse Canis Vie 21 Ago - 22:47


Las cobijas nunca eran suficientes para resguardar nuestros delgados cuerpos del frío, la oscuridad jamás alcanzaba para ocultar nuestra miseria ni los bosques para abastecernos de seguridades, nuestra única devota observadora era siempre la luna, que salía todas las noches y con su tímida luz buscaba confortarnos el sueño.
Había llegado a nuestro hogar cerca de la medianoche, me había encargado de rastrear algunos datos en el ordenador mientras intentaba encontrar la posición indicada en la que no me doliera el trasero; me había rendido al cansancio cerca de las tres de la madrugada y, antes de siquiera haberlo consentido, mis desgastadas mantas se encontraron consolando a mi cuerpo del todo que lo rodeaba.

Estaba seguro de encontrarme soñando, pues una lobuna melodía siguió resonando en mis oídos antes de que una voz ajena, en el exterior de mi mente, llamara mi nombre.
No quería despertar, así que simplemente volteé inconsciente hacia un lado, buscando esconderme en las profundidades de la escualidez de mi almohada. El cosquilleo en mi oído se repitió una vez más pero decidí hacerle caso omiso, mi intención era dormir hasta que el estómago me reclamara sustento y apenas hacía algunas horas que había tomado mi cena; de improviso, la voz que me llamaba adquirió una tonalidad algo más sensual, era clara y se arrastraba en el aire, un escalofrío me recorrió de arriba hacia abajo la espina dorsal obligándome a recobrar el claro sentido. Fruncí ligeramente el ceño, intentando que aquel gesto pasase desapercibido al invasor de mis dulces sueños.

Entreabrí los ojos cuando la paciencia se me agotó y apoyé mi diestra sobre el pecho de Bloody, el vampiro ojeroso que convivía conmigo en aquella acogedora morada y que vaciaba mis venas siempre que no encontraba una presa más apetitosa en los alrededores, podría decirse que yo funcionaba como su despensa, recurría a mí siempre que la sed le agobiaba y yo me hallaba cerca como único recurso. Aunque llevábamos una especie de trato jamás especificado en el que yo le abastecía con mi sangre a cambio de algo que nunca había sido acordado o yo ya había olvidado, lo cierto era que, por muy desventajoso que fuese aquel pacto para mí, así prefería que fuesen las cosas. Tener a Ariel conmigo podía llegar a ser irritante y poco conveniente, pero así estaba bien, la devastación sentimental que me provocaba hallarme solo era simplemente incomparable con todos los malestares de su compañía.

Empujé hacia atrás el cuerpo del vampiro, apoyé mi codo izquierdo sobre el colchón derivando hacia él el peso de mi torso, el cual erguí unos centímetros y aparté mi diestra de su cuerpo para fregarme con el puño los ojos irritados.
Haces algo así y te corto las pelotas. ―Exhalé un suspiro y desvié la mirada hacia la izquierda, en el interior de aquel bunker era imposible saber qué horas eran, la luz simplemente no ingresaba hasta la habitación y algo me dijo que, aunque las paredes fuesen de cristal, la tenuidad de la luz habría imposibilitado que se proyectaran sombras siquiera.
¿Qué quieres a estas horas? ―Cuando mis ojos lograron acostumbrarse a una oscuridad menos profunda, le miré a los ojos, molesto― ¿por qué demonios me despiertas así? ¿Quieres que te golpee? ―Me senté sobre el colchón, apoyando ambas manos por detrás de mi cuerpo para ofrecer sostén a mi espalda.

Solté un prolongado suspiro, ahora que me hallaba consciente, comprendí qué era lo que buscaba Bloody, pues las veces que me despertaba en medio de la noche o que se aproximaba a hurtadillas en mi estudio cuando me encontraba ocupado, su objetivo era siempre beber de mi cuello. En ocasiones me atemorizaba que pudiese succionar cantidades excesivas y que acabase inconsciente, muriendo por motivos tan poco heroicos.
¿No podías aguantarte hasta que amaneciera? ¿Acaso tienes idea de cuándo me acosté? Estoy seguro de que no he podido dormir tres horas siquiera, ¿por qué no eres un poco más considerado? ―Bufé, inclinando mi cabeza hacia un costado, sabía que descubrir mi cuello frente a sus hambrientos ojos servía para provocarle y me pareció una buena idea tentarle ya que me encontraba molesto por su actitud egoísta.

Saber que una sanguijuela con apariencia humana estaba succionando el líquido vital que recorría tu cuerpo entero por azuladas vías zigzagueantes no podía más que provocar, a mí o a cualquier víctima, repudio e incomodidad; pero había algo más en aquel beso mortal, una especie de vínculo que no podía ser establecido por otro medio, ni mediante el asesinato, el matrimonio, ni siquiera teniendo sexo, aquel beso oscuro que yo tantas veces había experimentado era sensual y absorbente como ninguna otra cosa.
Mordí mi labio inferior con mis incisivos superiores y aparté con mi mano derecha el cuello de mi camiseta, exponiendo la piel de mi cuello y parte del hombro.
Que sea rápido.
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Mensaje por Ariel Walker Vie 21 Ago - 23:50

Mi cuerpo fue apartado de la calidez del cuerpo ajeno, no tuve más opción que retroceder y sentarme con las piernas cruzadas sobre las pantorrillas de mi compañero Lobo. Le miraba tranquila, me gustaba despertar a Lluse de maneras creativas, pues sus reacciones me parecían bastante divertidas ante mis caprichos, a los cuales siempre aceptaba y me daba lo que quería. - Podría despertarte con agua fría, pero sé que de todas formas terminarías golpeándome - Le mostré una suave sonrisa sin moverme de mi asiento, trataba de que mi voz fuera lo suficientemente baja y susurrante para evitar romper el tranquilo amanecer - Además, el agua es oro, hay que ahorrar -

Acomodé más mi cuerpo sobre la superficie acolchonada, a la cual le tenía envidia, pues era tan cómodo que seguro yo me quedaría dormido por muchas noches sin mover ni un solo músculo - ¿Por qué tú tienes la cama alta? Es molesto que los insectos caminen sobre ti todas las mañanas, al menos déjame dormir aquí un par de noches - Si bien, Lluse y yo teníamos nuestros momentos incómodos e irritantes; pero puedo decir que dormir en la misma cama me traía muchas ventajas, como el no morir de frío, el cual me estaba invadiendo nuevamente. Sujeté una de las mantas de la cama y me envolví en ella dejando al descubierto mi rostro - Tus horarios son diferentes a los míos, seguiría dormido si señor cucaracha no hubiera decidido hacer la visita tan temprano - Solté un suspiro mirándole algo irritado, las grandes ojeras que tenía bajo mis ojos eran a causa de esos animales.

Mi vista rápidamente fue directo al cuello de Lluse cuando ladeó la cabeza, podía escuchar el palpitar fácilmente, era tan tentador que el hambre simplemente comenzó a invadirme, quería … abalanzarme contra él y … inconscientemente comencé a acercarme con aquella intención, no podía controlar muy bien aquel deseo impuro que gritaba en mi cabeza y no dejaba que la cordura hablara en el injusto debate; pero el dolor de morder mi lengua con mis propios colmillos me despertó del trance,  sacudiendo un poco la cabeza - Eres cruel - Comenté mirándole con una expresión irritada y victimaría.

Al momento en escuchar el permiso, no lo pensé dos veces. Me aproximé nuevamente al cuerpo de Lluse, sentándome sobre su regazo, estaba consiente de mi tamaño y que no lastimaba su cuerpo al momento de tomar asiento sobre él. Hundí mis dedos en el cabello de su nuca, manteniendo su cabeza en una posición cómoda para mi. Mis ojos nuevamente se colocaron sobre las notorias venas de la blanca piel de Lluse, de nuevo caí en ese trance y aproximé mi boca. Lamí la superficie de la piel, recordando el sabor que tanto me gustaba, no aguanté más y enterré el filo de mis dientes, comencé a tomar la sangre de la herida ocasionada acariciando el brazo derecho de Lluse y empujando su cuerpo contra la cama, sujeté su muñeca dejando que descansara sobre la cómoda almohada, trataba de ser lo más suave que podía.

Me quedé unos instantes hasta que mi sed murió, saqué los afilados colmillos y lamí un poco la herida, recolectando con mi lengua los restos de sangre carmesí, acariciando con mis dedos la palma de la mano del lobo - ¿Te he dicho que eres 0- ? - Solté una suave risa, no quería moverme de aquel sitio, el calor era reconfortante, así que me acurruqué sobre el cuerpo de Lluse, esperando que los reclamos no empezaran tan pronto.
 
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Mensaje por Lluse Canis Dom 23 Ago - 1:38


Consideraba más que justo el lugar que ocupaba, si mi función en aquella sociedad era la de donar mi sangre a la caritativa causa de rellenar el estómago de aquel vampiro, al menos me correspondía contar con las mínimas comodidades que se me podían brindar; desafortunadamente la comida escaseaba y aquella era la facultad que más me hubiese gustado saciar en todo momento.
Era imposible evitar la presencia de insectos o suciedad en el interior de aquella edificación subterránea, ni Ariel ni yo estábamos dispuestos a limpiar u ordenar con la debida frecuencia y el paso del tiempo era un incentivo feroz para que los diminutos exoesqueletos se reprodujeran en masa.

Los oscuros ojos de Ariel parecieron brillar con malicia en el instante mismo en que se toparon con mis venas, lo único que separaba el maná carmesí que me mantenía con vida de la voracidad de aquella profunda garganta oscura era la delgada piel blanquecina que recubría mi cuerpo en su totalidad; tan frágil parecía frente aquella mirada que temí por unos segundos el que se descascarara y me dejara completamente desnudo frente al vampiro.
¿Qué se sentiría, me pregunté, el anhelar tanto una sustancia vital ajena? Conocía el sabor de la carne humana aunque se me hiciera insulsa en los recuerdos, estaba al tanto de la satisfacción ocasionada por la victoria sobre una presa, pero no comprendía aquella necesidad que se reflejaba en el comportamiento de Bloody, esa controlada desesperación y muy profundo deseo.

El peso del cuerpo de Ariel no resultó una molestia, ambos estábamos delgados y nuestras contexturas no eran de destacable amplitud, llegué a considerar que la cercanía era agradable y me dispuse a su merced.
Una vez más aquella rojiza mirada penetró mi cuello, aquel mencionado deseo que en ellos destellaba hizo que perdiera la cordura y desvié la mirada para evitar sumergirme en aquel trance sin posibilidades de regresar a la superficie.
La suavidad de su lengua al rozar mi piel me pareció alguna especie de broma, habiendo humedecido la zona de contacto, pude percibir aquel característico pinchazo ocasionado por sus colmillos y ese inconfundible desapego, el de mi vitalidad abandonando mi cuerpo.
Cada oleada de sangre que era extraída de sus canales azules propiciaba la salida de un sutil gemido por entre mis labios, una corriente eléctrica recorría mi anatomía de arriba hacia abajo sin tiempo de descanso, aquella sensación podía catalogarse como excitante, sumamente sensual y encantadora. Mis extremidades se estremecían en respuesta a aquel estímulo, las caricias que propiciaba el vampiro a mi brazo derecho eran una simple cortesía que solo podían añadir encanto a aquel encuentro, aquel hurto secreto y consentido.

Cuando los colmillos del joven abandonaron la profundidad de mi carne, aquel hechizo pareció esfumarse, solo respondí con un leve gemido a la lamida que dio por concluido aquel ritual. Me sentía débil y desolado, como si mi condición de presa me hubiese absorbido y deseara profundamente que los labios de aquel vampiro permanecieran por siempre en contacto con mi piel, y mi sangre fuese infinita, para que él siempre pudiese beber de mi cáliz y el lazo fuese indestructible.
Cuando finalmente abrí los ojos, descubrí que en cierta instancia de los acontecimientos había acabado recostándome sobre el colchón, me regañé por haber sido tan descuidado y haberle confiado mi integridad a aquel sujeto con el que compartía habitación; no, no era que fuese especial, que tuviese algún estúpido sentimiento hacia Bloody, era el hechizo del vampiro, la condición del banco de sangre. Cada vez que él se disponía a beber de mis venas, me sentía poseído por su mirada y experimentaba todo lo anteriormente descripto.

Solté una carcajada, me sentía débil.
Ese dato me cambia la vida, ¿sabes? Espero que no sea peligroso.
Aquel idiota que con tal autoridad había robado mi sangre, ahora se acurrucaba entre mis brazos, como si en ellos buscara consuelo cuando bien sabía que era yo el que más necesitado estaba de ser consolado. Hundí mi rostro entre sus cabellos, olfateando con disimulo su aroma, le rodeé con mi brazo izquierdo por el cuello y extendí el derecho para alcanzar su espalda, donde le propicié una serie de suaves caricias. Solté un suspiro y me resigné al insomnio, no sería capaz de dormir con aquel vacío que sentía en el estómago, mucho menos habiendo perdido sangre y teniendo a una sanguijuela con apariencia humana merodeando a mis alrededores.

En ocasiones me planteaba el por qué de aquella relación que mantenía con Bloody, me refugiaba en el conocimiento de que la soledad era simplemente devastadora y que prefería una y mil veces morir en consecuencia de la anemia, pero siempre sabiendo que había un ser viviente respirando a mi lado.
Me removí entre las sábanas y aparté el cuerpo de Ariel con brusquedad, obligándolo a caer de la cama; me puse de pie, recibiendo en consecuencia un mareo repentino que casi me lanza de regreso sobre el colchón. Inhalé lentamente y exhalé al mismo ritmo, cuando la vista recobró su nitidez, comencé a caminar en dirección del baño.
Tomaré una ducha, arregla las mantas. Si vas a dormir regresa a tu cama, no quiero que tu olor quede impregnado en mi almohada.
Entre en aquel cubículo húmedo que hacía las veces de sanitario, me quité la camiseta y la ropa interior que llevaba puestas y, tras encender la ducha a una temperatura que no me congelara las extremidades, me dejé empapar por las delgadas gotas.
Habré estado allí unos diez minutos, tras enjabonar mi cuerpo y lavar mi cabello, apagué la lluvia artificial y sequé mi piel con una toalla raída, me calcé las mismas prendas que me había quitado al ingresar y salí del baño con la toalla colgada a los hombros. Tenía hambre, mucha hambre.
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Mensaje por Ariel Walker Dom 23 Ago - 22:01

Quizá eran gemidos los que mis oídos podían escuchar, o simples suspiros, sean lo que fueran, me causaban la impresión de que Lluse llegaba a disfrutar algo como esto, el que mordiera su cuello y absorbiera una de las piezas más clave para el funcionamiento de su cuerpo, por alguna razón lo disfrutaba. Disfrutaba el tomar la vitalidad de mi donante, succionar casi todo, dejarlo indefenso al menos por unos momentos, me sentía superior y controlador, quizá mi egoísmo humano siga vivo en una parte oscura de mi ser.

Mis manos se aferraron más al cuerpo del canino al momento en el que liberé su cuello de las dos púas afiladas que lo atacaban constantemente. No me atreví a mirar su rostro, realmente nunca lo hacía al terminar de alimentarme, tenía miedo a reaccionar de una manera que molestara a Lluse, por alguna razón mi corazón de agitó. Me acurruqué sobre el cuerpo de Lluse, era bastante cómodo y cálido, piezas que me faltaban a mi durante las noches; había encontrado a las afueras de del bunker una especie de calentón, seguro que pasaban mucho frío durante las noches los militares refugiados, lo malo era que faltaban piezas para poder lograr que funcionase, y no era fáciles conseguirlas, nada fácil.

Todo iba bien, bastante bien a decir verdad, era realmente una bella mañana, no moría de frío y había desayunado temprano, era bastante bueno, hasta que mi cuerpo fue bruscamente empujado y obligado a dejar la comodidad - ¡Ah! - Caí al suelo, con algunas mantas cubriendo mi cuerpo, agité un poco los brazos tratando de ver nuevamente a Lluse- ¡¿Pero qué te pasa?! Estaba cómodo - Me aparté unos centímetros del lobo, frunciendo el ceño y siguiendo su muy delgada figura con la mirada - Eres experto en arruinar las buenas mañanas - Bufé levemente y me levanté del suelo, tenía bastantes energías  gracias a la sangre de mi compañero. Solté un suspiro e hice lo que me indicó, acomodé las mantas de su cama y de la mía. Pude escuchar el agua de la ducha abrirse, seguro estaba helada, aún no podía arreglar el maldito calentador del agua, y comencé a pensar: Quizá se levantaba de malas por ser un poco injusto y egoísta, quizá porque espera un poco más de mi como amigo.

Junté unas cuantas prendas viejas que estaban en el suelo, clasificando por el estilo y el tamaño si eran mías o de Lluse. Llevé unos cuantos platos al grifo e hice un intento por lavarlos, cosa que no funcionó muy bien. Miré a mi alrededor y descubrí lo viejo que era aquel lugar, el bunker era seguro, pero no muy cómodo, vivíamos como pobres militares, entrados para sobrevivir con poco o nada - Tenemos que mejorar esto - Escuché a Lluse salir de la ducha y le miré por un momento para desviar la mirada después de unos segundos ¿Seguiría molesto conmigo? - ¿Amaneciste de malas? - Le miré un poco curioso - ¿Fue por algo que dije? - Mantuve mi distancia, quizá sería mejor dejarlo solo por algún tiempo. Me acerqué a lo que era la zona de mi descanso y sujeté la chaqueta con capucha y la coloqué sobre mi cuerpo, cubrí mi cabeza con el gorrito gatuno y me coloqué mis zapatos negros, en realidad eran el único par que tenían. Caminé a una puerta que llevaba a un camino oscuro, en el cual, al final había una especie de escalera - Regresaré tarde. Alguien me debe un par de favores - Comenté mirando el oscuro camino - Vendría bien agua caliente ¿ No crees? - Miré a Lluse por un momento, dedicando una suave sonrisa desapareciendo en medio del oscuro pasillo.


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Mensaje por Lluse Canis Miér 9 Sep - 20:42


La voz de Bloody alcanzó mis oídos y solo cuando estuve seguro de encontrarme en la cocina elevé la vista del suelo, clavé los ojos en su rostro blanquecino y no pude evitar distraerme de su pregunta unos instantes, inmerso en el intenso rojizo de los rubíes que me observaban.
Volteé ligeramente el rostro con algo de recelo, en ocasiones pensaba que las palabras sobraban, que las respuestas a determinadas interrogantes eran evidentes y que malgastar saliva articulándolas a viva voz era estúpido; sin embargo, las cosas nunca funcionaban como debían con Ariel, me preguntaba en ocasiones si aquella inocente ignorancia que demostraba con frecuencia era una simple puesta en escena de sus fantásticas habilidades actorales o una simple evidencia de su inexperiencia.
Llevé mi mano derecha a los vestigios de la herida que me había propiciado minutos previos el vampiro, palpando con mis gélidos dedos dos montículos de sangre coagulada.
¿No crees que la respuesta a esa pregunta es redundante? Te recuerdo que no me desperté por intención propia, sino que alguien se encargó de hacerlo por mí y no precisamente con un desayuno sorpresa.
Aparté mi mano de la curvatura de mi cuello y crucé ambos brazos sobre mi pecho, mi cuerpo aún no se adecuaba a la temperatura promedio del ambiente, la sensación de las frías gotas estrellándose sobre mi piel se mantenía aún latente.

Permanecí de pie, inmóvil, mientras Ariel tomaba su chaqueta y se marchaba. Sí, nos hubiese ido muy bien algo de agua caliente, así como un puñado de alimentos, ropas limpias y la ausencia de la siempre resurgente miseria.
Me dirigí hacia el antiquísimo refrigerador que ocupaba una esquina en la cocina, con cada paso que avanzaba en su dirección, el irregular zumbido de su motor esforzándose por generar ondas de aire helado se hacía más insoportable; abrí la portezuela destartalada y me agaché ligeramente para escrutar su interior. Aquella acción se había transformado en un ritual, aún me preguntaba qué caso tenía buscar dentro de aquel aparato cuando era de mi pleno conocimiento la ausencia de cualquier cosa sobre sus enrejadas estanterías, a veces deseaba que las goteantes estalactitas se transformaran en latas de frijoles o de arvejas, quizá en verduras y en el más utópico de mis sueños, en cortes de carne. Extendí la mano y tomé una botella plástica de agua que yacía reposando en la estantería más alta de la puerta del refrigerador, la destapé, bebí un sorbo y la dejé de regreso en su lugar, cerrando la puerta a continuación, derrotado por la desilusión una vez más.

Tomé la toalla que colgaba de mis hombros y froté con ella mi cabello, procuré dejarla extendida sobre el respaldo de una silla antes de dirigirme en dirección de mi estudio, el único consuelo auditivo capaz de ocultar el gruñido de mis hambrientas entrañas era la música de mi playlist favorita. Me coloqué los audífonos, me senté en mi sillón y me dispuse a revisar los resultados de la distribución de mis programas virulentos en las cuentas bancarias de algunos belonios de renombre.

Mi estómago parecía estarse consumiendo a sí mismo, me quité las gafas que hacía algunas horas me había colocado y, no pudiendo proseguir en la ignorancia de mi desesperada hambruna, me puse en pie y me encaminé hacia la cocina. Repetí el ritual del refrigerador: lo abrí, tomé la botella de agua, bebí un sorbo, la devolví a su sitio y cerré la portezuela. Nada iba a cambiar por arte de magia.
Me puse en marcha hacia la habitación que Bloody y yo compartíamos, tan pronto como divisé el colchón en el suelo, me lancé de espaldas sobre la mullida superficie, mi peso provocó que la añeja gomaespuma se hundiera y me permitiera comprobar la dureza del piso acogedor. Ahora comprendía por qué el vampiro se quejaba de la incomodidad, quizá fuese tiempo de cambiar algunas cosas por una nueva cama para el pelirrojo.
Dejé a un lado aquella molesta resolución a la que había llegado y escondí el rostro en la almohada de mi compañero, su aroma estaba impregnado en cada hilo y me inundó las fosas nasales, mis pulmones se hincharon con aquella fragancia y cerré los ojos para permitirme algo de paz. Abracé la almohada, aún con mi nariz oculta en ella y me volteé para quedar acostado sobre el costado izquierdo de mi cuerpo.

Un estruendoso sonido se dejó oír en el exterior del bunker, pero no me importó, si era un intruso, que entrara y se encargara de volarme el cráneo, así el nudo que se contraía dentro de mi estómago dejaría de torturarme la mente de una buena vez; si era el viento, pues, que siguiera soplando, quizá consiguiese traer consigo el cuerpo débil de un ave desnutrida, que fuera a perder la vida al estrellarse contra el suelo, así podría servirme, al menos, para calmar los quejidos de mis tripas; si era Bloody quien regresaba, que ocupara el espacio que le correspondía y dejara que yo falleciera allí, sobre su cama, entre sus mantas, envuelto en su aroma y con el último conocimiento de que, al menos, mi vitalidad le había sido útil para mantenerse con vida un día más.
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Mensaje por Ariel Walker Lun 5 Oct - 23:41

Una sonrisa repentina se posicionó sobre mis labios al momento de escuchar las palabras del canino que compartía el bunker conmigo, o más bien, yo lo compartía con él – Bueno, yo estoy acostumbrado a recibir mi desayuno temprano por las mañanas, es una lástima que tu no goces lo que yo puedo disfrutar -  Estaba al tanto de que a veces puedo ser algo cruel con Lluse, y no porque se lo merecía, era simplemente diversión para mí. Le seguí sonriendo, divertido por escuchar el eco de mis palabras resonar en las viejas paredes del Bunker - ¡Ups! –

Al momento en el que salí del bunker, y sentí los finos rayos de luz mañaneros, respiré hondo y estiré los brazos, no había nada mejor que el olfatear el fragante olor de los pinos llenos de rocío. Era invierno, lo suponía bien, pronto comenzaría a nevar en las montañas, cercas del bunker, y eso era algo alarmante para Lluse y para mi, sobre todo para él; ya que la falta de alimento le mataría en menos de dos semanas. Fruncí levemente los labios al igual que la ceja ¿Qué tenía que hacer para conseguir la dichosa comida que le faltaba al cuerpo de mi perruna bolsa de sangre? Fácil.

Emprendí el camino a una cueva alejada de mi hogar, era conocida por los malos tratos que realizaban en las profundidades de aquellas cavernas, nada bueno; pero tenían cierto aprecio por los vampiros, una raza que alguna vez dominó a la humanidad, y lo volvería a hacer. A medida en que me adentraba por turbios y húmedos pasillos, iluminados a penas con unas cuantas antorchas amenazadoras con extinguirse, me daba cuenta de que estaba más silencioso de lo normal, demasiado.

-Viniste más pronto de lo que pensé- Pude escuchar una voz ronca y masculina proveniente de la oscuridad. Me detuve en seco y miré atento a los extremos de la caverna, en busca del punto naciente del sonido.

-Me debes unos cuantos favores, así que ya sabes a qué vengo – Finalmente fijé mi roja vista sobre un punto en la pared de la caverna. Aquel sujeto, miembro de una pequeña mafia aún creciente en Abarta, el cual había solicitado mi servicio de ladrón para conseguir unos cuantos planos de las bases militares de Belos –

- Le debo a mucha gente, colmillos de leche ¿Qué es lo que te pone encima de lo demás? Siento curiosidad –

-Tsk-

Aquella respuesta simplemente no me había gustado para nada, tratar con gente de ese tipo era bastante difícil. Me alarmé cuando escuche el típico “crack” de un arma cargada, lista para disparar. Doblé un poco las rodillas y me preparé para lo peor.

-Escucha ¿Ariel, cierto? Son malos días para nosotros, no podemos darnos el lujo de estar endeudados. No lo tomes, como algo personal – Comentó el hombre, cuya sonrisa amarilla se notó en la oscuridad.

Yo … yo simplemente los maté a todos. Acabé con la vida de esos humanos, uno por uno, y lo disfruté, lo disfruté bastante. El olor a sangre era algo sublime para mi nariz, mi lengua inquita se pasaba por mis dedos, quitando el líquido rojo y ferroso de mi blanca piel, el cual sabía tan dulce. Me alejé de ese lugar, mis bolsillos estaban llenos de las joyas y los anillos de oro que cargaban aquellos soquetes estúpidos, los cuales al final terminaron pagándome con algo mejor que el dinero.

Me encaminé al mercado, donde todo tipo de cosas eran posibles de encontrar. No de puede decir que compré la carne para Lluse, no, todo lo contrario ¿Por qué gastar el valioso dinero en comida si puedo tomarla y gastarlo en algo más útil? Después de eso, perdí a los dueños n el bosque, o al menos eso quise creer. Llegué a bunker y bajé por la escalera oculta, me sentía cansado, y apenas era medio día. La imagen de Lluse sobre mi cama me sorprendió de sobremanera ¿Qué hacía un lindo cachorrito recostado sobre mi cama? Olisqueando mi almohada y mis sábanas. Dejé la bolsa con la comida en una de las esquinas del bunker y me acerqué a paso lento hasta donde el mugroso y viejo colchón se encontraba.

Estando cerca, coloqué mis dos rodillas a los costados del cuerpo del lobo, y suavemente apegué mi pecho al de él, olfateando su nuca. Ese olor típico del cuerpo del pelirrojo me gustaba bastante, era suave y deleitable. Mis manos se adentraron entre el plano vientre ajeno y acariciaron la extensión de este sin pudor alguno, era bastante suave, firme, me gustaba - ¿Qué es lo que estás haciendo en mi cama? – Solté aquella pregunta en forma de murmuro, para hacer un par de círculos el mis dedos índices sobre la piel de Lluse – Te traje algo – En ese momento cerré los ojos, ignorando mi pestilencia a sangre humana – Te gustará – Solté una suave risa aún sobre el cuerpo de Cains, que lindo era cuando estaba quiero, incluso se podría decir, que era como abrazar a un cadáver.
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Mensaje por Lluse Canis Dom 11 Oct - 19:23


El sonido de una voz que muy bien conocía interrumpió mi sueño, unos gélidos dedos se deslizaron por mi abdomen, generando una corriente eléctrica que se distribuyó hacia el resto de mi cuerpo y me produjo un estremecimiento. Una pregunta, seguida de un comunicado que precedió a una certera afirmación; aún me encontraba adormilado y los sentidos no me respondían con eficacia, había algo que estaba cegando mis posibilidades de recobrar la cordura, un aroma, un muy intenso olor metálico, uno que conocía perfectamente y que hipnotizaba mi humanidad, despertando a la bestia que llevaba dentro.
Abrí grandes los ojos y me incorporé de manera repentina, apenas miré a Ariel, simplemente me abalancé sobre él y acorralé su cuerpo contra el colchón, mis manos sosteniéndole los hombros y mis dilatadas pupilas clavadas en las manchas carmesí que adornaban su pálido rostro. Mi respiración se aceleró y mis glándulas salivales comenzaron a producir líquido a borbotones, deseaba intensamente dar una probada a aquel maná rojizo. Aproximé mi rostro al de Bloody y sin pensármelo dos veces, propicié una lamida a su mejilla, llevándome la lengua teñida de sangre nuevamente hacia el interior de la boca. Cerré los ojos para apreciar el deleite que me producía aquella sustancia, pero cuando los volví a abrir, fui consciente de lo que estaba haciendo y me detuve al instante, de haber continuado, lo más probable habría sido que propiciara una mordida a mi inmortal compañero.

Desvié la vista del joven y me percaté de que el aire estaba impregnado con otra variedad de intensos aromas diferentes del de la sangre, me aparté del cuerpo de Ariel y me dirigí hacia el sitio de donde parecían provenir.
Hallé una bolsa plástica repleta de víveres, partiendo desde verduras, hortalizas y frutas, hasta fragmentos de carne disecada y fresca. Fui tomando cada uno de los ingredientes entre mis brazos, apreciando su fragancia y deleitándome con la visión de sus colores, habiendo superado la etapa de éxtasis, coloqué todo dentro de la bolsa nuevamente y me dirigí hasta donde se encontraba Bloody; me tomé la delicadeza de agacharme hasta su altura y depositar un delicado beso sobre su mejilla derecha.
Gracias, eres lindo en ocasiones.

Me puse de pie esbozando una sonrisa y retorné en busca de la bolsa de alimentos, me dirigí hasta la cocina y desperdigué los ingredientes sobre la mesada, aunque mis tripas exigían que devorara las cosas tal y como se encontraban, me dispuse a preparar un guisado, ya que no escaseaba ninguno de los componentes de aquel plato, no encontraba motivos para evadir la cocción. Tomé una muy destartalada olla metálica y la cargué con agua, encendí el fuego y dejé que hirviera, mientras tanto, me dediqué a la fragmentación de las verduras y la carne, utilicé para ello un cuchillo con escaso filo y un rectángulo de madera tajado para apoyar; en el proceso, fui ingiriendo algunos de los ingredientes, para llevar, así, con mayor facilidad la espera.
Cuando los ingredientes ya se encontraban en el agua, oí un sonido nada convencional proveniente del exterior del bunker; si bien aquella construcción se alojaba bajo tierra, mis sentidos lobunos eran mucho más sensibles que los de cualquier especie y la más mínima vibración o crujido podía llamar mi atención.

Eran pisadas, un grupo de individuos se aproximaba a nuestro territorio, alguien había lanzado un proyectil hacia el bosque y una bandada de aves se había alejado trinando. Apagué el fuego y me dirigí hacia las escaleras que ascendían hasta el exterior del bunker, las subí y abrí la escotilla, procurando hacer el más mínimo sonido, de poder evitar que los intrusos se aproximaran hasta aquella zona, no había forma alguna de que pudiesen encontrar una entrada a nuestro refugio.
Me puse de pie sobre un grupo de escombros de guerra y contemplé las siluetas de tres humanos, dos del género masculino y una del femenino, clavé mi vista en ellos hasta que se percataron de mi presencia, entonces se detuvieron y aferrándose a sus armas de fuego, el hombre más robusto se dispuso a dirigirme la palabra.
― ¡Oye, tú! ¿Has visto a un vampiro de cabello y ojos rojizos?
La severidad de mi mirada se intensificó entonces, les contemplé como a la peor peste de la Tierra y descendí de mi pedestal hasta encontrarme a unos veinte metros de distancia de su posición.
¿Saben que se están entrometiendo en mi territorio? Deberían marcharse antes de que decida acabar con ustedes.
Los tres se estremecieron, la mujer se ocultó detrás del sujeto más delgado, quien presionó la escopeta que cargaba contra su pecho; por el contrario, el individuo que se había atrevido a dirigirme la palabra, apartó el arma de su cuerpo y la dispuso en una posición propicia para disparar en cualquier momento inminente.
― Solo vinimos siguiendo el rastro del vampiro, si no está aquí, nos marcharemos, ese sujeto nos robó y solo le perseguimos para cobrarle, nada más que eso.
Incliné la cabeza hacia la izquierda y les dediqué la más vil de las miradas, por detrás de mí, el sonido de la escotilla del bunker al cerrarse me hizo pensar que el idiota de Bloody estaría siguiéndome. Exhalé un suspiro y avancé un paso en dirección de los intrusos.
Presten atención, humanos: ese sujeto al que persiguen es miembro de mi manada, por tanto, estoy en obligación de cuidarle el pellejo; ustedes están entrometiéndose en mi territorio, es debido a ello que no puedo permitir que salgan de este sitio tal y como entraron.
» Solo quisiera hacerles conocer el motivo por el cuál el vampiro les robó, y es que en casa, tiene un cachorro al que alimentar; les aseguro que un lobo con el estómago vacío es aún más peligroso que cualquier humanista con un arma en las manos. Les haré esta advertencia una última vez: o se marchan o aquí mismo los despedazo.

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Mensaje por Ariel Walker Mar 15 Dic - 18:40


Aspiré profundamente; sí, ese dulce aroma que emanaba su suave y blanca piel de su cuello, la cual yo ya había mordido antes. Era tan blanda y poco profunda, que incluso el enterrar mis colmillos profundamente y lastimarle más me traía placer. La vida de un vampiro se trataba de eso: Placer, y Lluse me lo daba cada vez que me dejaba beber su sangre, y quitarle cada vez más de su corta y triste vida, era como…si fuera absolutamente mío.

Su empujón realmente no me asustó, me pareció la cosa más divertida que hubiera hecho hasta ahora. ¿Lluse tomando la posición arriba de alguien? Eso sin duda me hacía reír mucho, sabía perfectamente que el cachorro no tenía mucho carácter cuando de su “trabajo” se trataba, y siempre ofrecía su trasero por unos cuantos billetes, no era precisamente algo que me gustase mucho. Me quedé quieto debajo de él, mostrando una amplia sonrisa que dejaba ver el perfecto filo de mi dentadura - ¿Qué harás perrito? No es como que haya mucho para comer – Le dediqué mis palabras, no temiendo de sus instintos animales, y tampoco de su feroz hambruna. Su lamida fue lo mejor que me pudo pasar, el que no me mordiera y arrancara la carne de los huesos me había dejado tranquilo, por un momento lo creí capaz de hacerlo. Al verlo apartarse, me di vuelta sobre el colchón quedando boca abajo, recargué mi barbilla sobre la palma de mi mano, mirando a Lluse teniendo una profunda conversación son la comida robada. Solté una suave risa burlona por el beso que había dejado en mi mejilla - ¿Verdad que sí? Puedo ser tan lindo como quiera; pero si me das algo a cambio claro – Hablé con la misma sonrisa de antes, en verdad me gustaba bastante molestarlo.

Mientras el lobo se disponía a hacer actos como mi esposa modelo, yo me dedicaba en la reparación de la caldera para que pudiésemos tener agua caliente, era un infierno tener que ducharse en invierno con el agua hecha cubitos de hielo, y no vivíamos en una zona precisamente cálida. Antes de venir al Bunker, hice la parada en el taller de un viejo conocido, el cual me hizo un gran descuento por algunos favores importantes, de los cuales dependía su vida; estaba relacionado con la banda estúpida de delincuentes, que a pesar de ser pequeña, era realmente peligrosa; pero gracias a mí, esos idiotas ya no le volverían a molestar.  Di unas cuantas vueltas más al tornillo flojo que sujetaba unas de las piezas frías y metálicas de la máquina, hasta que finalmente la pieza no podía moverse. Remplacé el mechero por el cual corría el gas, por alguna extraña razón tenía una gran abertura en él. Solté un suspiro, realmente quería que funcionara, pues así Lluse podría disfrutar de un primer baño caliente después de años; pero un sonido extraño me hizo distraerme un poco de mis labores ¿Qué había sido aquel sonido parecido al de algo explotando? Armas seguramente, y eso no me ninguna buena señal. Me levanté del suelo, y cuando fui a la cocina a buscar al cachorro me alarmé al no verle cocinar. Me asusté.

Salí por la escotilla, y mi vista dio con un trío de estúpidos vendedores fuera de nuestro bunker. Sonreí de nuevo, riendo mientras me dedicaba a apreciar el espectáculo – Oh pulgoso, me sonrojas ¿No estarás hablando de nuestro hijo, o sí? – Solté una carcajada por lo dicho. Fijé mi vista en la joven que acompañaba a un par de hombres, la cual, puso una cara de repudio y al mismo tiempo de temor - ¿Estás asustada, linda? – Pregunté, y en un abrir y cerrar de ojos, estaba detrás de ella, aferrado a sus ropajes para tirarla al suelo – Seré gentil contigo – Le dije, escuchando el enorme grito de terror cuando clavé mis colmillos en su tersa piel.

Todo pasó muy rápido en realidad, quizá aquellos hombres y la linda chica sólo querían su dinero; pero en Abarta la vida no es muy justa, ni siquiera con lo más nobles. Se relamí las comisuras mientras estaba sentando sobre el pecho del más robusto de los tres. Miré a Lluse arqueando la ceja y sujeté la mano del hombre sin vida en el piso y la agité en forma de saludo – Hi – Reí nuevamente mirando al cachorro – Oye perro, mira esas armas, podríamos venderlas por partes o quedárnoslas, aunque realmente no las ocupemos muchos ¿Qué dices? – Pregunté mirando a mi compañero como si nada hubiese pasado, con un brillo en los rojizos ojos y una voz un poco infantil y juguetona. Me levanté de mi cómodo asiento – Y también tienen ropas muy cálidas, las de la chica te querían lindas a ti, seguro que son de la misma talla – Me eché a reír, sujetando las piernas del robusto para jalarlo con fuerza – Yo me encargo de ellos, veré qué más puedo sacar – Comenté jalando al hombre hasta detrás del Bunker. Ahí había una zona extraña, donde el piso de concreto estaba más oscuro de lo normal, como si hubiesen quemado cadáveres de aliados de la guerra; para mi suerte, los soldados habían creado cientos de agujeros en el suelo, quizás donde planeaban enterrar a los más honorarios miembros del ejército – Este … pesa mucho … uhgSoltaba quejidos, hasta que por fin, logré que el cuerpo cayera en el interior de la zanja.

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Mensaje por Lluse Canis Vie 18 Dic - 20:46


Mi encantador monólogo de advertencia se convirtió en obsoleto en cuanto Bloody asesinó a los tres intrusos en otro de sus impulsos bestiales; contemplar los labios del pelirrojo adheridos al cuello de la mujer y el movimiento de su garganta al pasar la sangre produjeron que se me revolvieran las tripas y tuviese que desviar la mirada hacia otro lado. Ese idiota simplemente iba y acababa con la vida de tres humanos en cuestión de segundos, aún así, todos los días o, al menos, con innecesaria frecuencia, me rogaba que le concediese autorización para perforarme el cuello y desangrarme sin consideraciones.
Eres un idiota ―me crucé de brazos, dedicándole una mirada severa―, apuesto a que las faldas te sentarían mejor a ti, mira esa cara de niña que tienes. ―Sonreí con sorna y me aproximé hasta los cadáveres, olfateando por instinto el aroma que desprendían sus heridas expuestas―. Llevaré esto adentro, luego las venderemos en el mercado, tú deshazte de esta basura y procura que la próxima vez que robes, no te sigan el rastro hasta aquí.

Tomé del suelo la escopeta que había cargado el joven escuálido, quité un cuchillo envainado que había estado amarrado al muslo de la mujer y hurté de los soportes del más anciano un par de pistolas ligeras; con mis nuevas adquisiciones entre los brazos, me dirigí de regreso al bunker, descendí las escaleras que conducían al interior y lancé las armas sobre el colchón de Bloody, él era el experto en piezas ensamblables, dejaría que se encargara de valuar los artefactos.
Regresé a la cocina y encendí la hornalla para dejar que el agua volviese a hervir, acabé de fraccionar los ingredientes y comencé a colocarlos en el interior de la olla; separé la carne disecada y la coloqué dentro de una alacena cuya puerta, en consecuencia del óxido que había atacado las bisagras, se acoplaba al orificio rectangular en lugar de abrirse y cerrarse. La carne fresca, por otra parte, fue dividida e incorporada al guisado, no podía almacenarla porque se echaría a perder en la brevedad y me pareció una buena opción ingerirla en el almuerzo.

Cubrí el guisante destartalado con una tapa metálica igual de ruinosa, bajé la intensidad del fuego y olfateé la llave de acceso del gas para cerciorarme de que no hubiese alguna fuga; después de aquello, decidí que iría a revisar lo que Bloody estuviese haciendo, así que ascendí una vez más las escaleras hasta la escotilla y me subí a la superficie del bunker para poder encontrar con la vista la mota rojiza ambulante que sería el vampiro en la distancia.
El viento comenzó a elevarse y mis hebras de cabello se vieron impulsadas en su rumbo, haciéndome cosquillas en el cuello, llevé la mano derecha hacia la región damnificada y me topé con el tacto de dos leves prominencias, las correspondientes a la mordida del pelirrojo. Contemplé el suelo meditabundo y recordé el episodio reciente en donde Ariel había bebido la sangre de la humana, mis labios se curvaron en una mueca y fruncí el ceño con disgusto, me jodía de sobremanera que aquel idiota se atreviera a hacer aquellas cosas delante de mí, ¿no se detenía a pensar que, quizá, luego de haberle visto hurtar la sangre de otro ser, dejaría de concederle el privilegio de atacarme a mí?

Suspiré con pesadez y volví a elevar la vista para escrutar los alrededores, desafortunadamente, no logré encontrar la cabellera rojiza de mi compañero.
¡Bloody! ―llamé a viva voz.
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Mensaje por Ariel Walker Mar 5 Ene - 18:20

Admiré unos segundos el cuerpo sin vida del hombre con masa corporal de sobra, me preguntaba de qué había vivido anteriormente, si le iba bien o esa gordura era parte de su herencia genética pasada a través de las generaciones de su familia. Llegó a mí como un rayo al pensamiento, entendí que los tres humanos que me habían seguido por el bosque, tenían aquel puesto en el mercado abandonado, al cual le había quitado un par de cosillas, o quizá con un encargado al cual le pagaban una miseria por hora; quizá el haber matado a aquellos tres humanos, me traería muchas piezas de repuesto para mis próximas reparaciones … y también algo de comida para mi compañero de bunker, aunque eso realmente no me importaba demasiado, confiaba en las habilidades de perro que tenía Lluse para cazar algo de vez en cuando, aunque muy raras veces lo admiraba asesinando, quizá sea pacífico.

Me repasé los labios con la rosada lengua que vivía dentro de mi boca, aún existía el sabor de la sangre de aquella chica de lindas piernas, ojos castaños y suave piel, había sido una lástima matarla, podría haberla usado para abastecer mi sed durante años; pero eso sólo significaba tener que alimentarla, cubrirla del frío y entre otras cosas que no haría, supongo que había sido la mejor decisión. Me lancé en el interior de la zanja, comenzando a quitar las ropas del hombre que cubrían su obeso cuerpo: Desabotoné el abrigo de piel aún tibio que podría incluso cubrirnos a mí y a Lluse en las temporadas de invierno; quité el cinturón de cuero que traía rodeando su gruesa cadera, me impresionaba que aún hicieran de semejante tamaño, al igual que quité las agujetas de las botas que tenía cubriendo sus pies del frío y de la nieve, seguro nos servirían algún día, para sujetar algo o colgarnos y acabar con nuestra miseria. Lancé todo por encima de mi cabeza, sacando mis nuevos juguetes de aquel profundo agujero que serviría como una tumba. Me mantuve quieto mirando el cadáver un poco más, la sangre, a pesar de que ya no circulaba, aún podría servirme. Me incliné y sujeté la mano diestra el hombre muerto, creando una herida sobre su muñeca, la sangre rojiza comenzó a salir y yo en ese mismo momento, comencé a cristalizarla con la habilidad especial que había adquirido unos años después de mi trasformación.

Fue entonces cuando escuché la voz de Lluse, me estaba llamando, quizá un par de amigos de los difuntos, habían seguido el rastro por el bosque, y finalmente llegaron al bunker. Di un pequeño salto, para aferrarme a la orilla rocosa y asomar mi cabeza en busca de alguna anomalía; pero sólo pude distinguir el cuerpo inerte de Lluse y unos metros de distancia ¿Qué le ocurría? ¿Se sentía mal? Todo era posible con Lluse, no sabría que esperar de él, a pesar de haber compartido varios años de vida. Arqueé la ceja y haciendo uso de mi velocidad, avancé hasta quedar frente a frente de Lluse, me atreví a sujetar su rostro con ambas manos, y acariciar sus mejillas con suavidad y delicadeza, su piel se sentía tan fría a pesar de seguir vivo e incluso, pasaban por mi cabeza pensamientos de que mi querido lobo sólo vivía en mi imaginación, una representación de mi soledad y mi locura, tan sólo por tocar su pálida piel fría. Me encantaba verlo de aquella manera: tan débil, tan herido y tan mío, podría someterlo cuando yo quisiera y cómo quisiera. Me acerqué más y maté la distancia entre ambos labios dejando una lamida que amenazó con profanar el interior de su boca y que sólo se volvió un corto y casto beso, me aparté unos pasos después de eso, fijando mi mirada rojiza en el más alto – Oh, pensé que eras uno de los cadáveres – Solté una burlona risa, relamiendo nuevamente mis labios, que delicia. – Deberías ver en el espejo, como tu cuerpo agoniza con cada día que pasa, es encantador- Solté de nuevo una suave risa dedicada a mi gran amigo pulgoso.

Las nubes mañaneras, cubrieron el cielo más pronto de lo que yo imaginé, creando una capa gris que ocultaba de mi cuerpo los rayos luminosos y cálidos del sol, y a su vez, dejaron caer la primera gota de lluvia de millones sobre mi nariz. El agua recorrió mis labios y barbilla, guiada por la circulación de mi cuerpo- ¿Uh? – Y de pronto, el suelo se vio cubierto de tantas gotas, humedeciendo la tierra y comenzando a formarse un espeso barro que pronto cubriría toda el alrededor del bunker, la trampa perfecta por si a alguien se le ocurriera acercarse más de lo que debiera. Sujeté la mano del cachorro, y jalé de ella, para guiarlo por el sendero aún transitable hasta el interior del bunker.

Cerré la escotilla, y finalmente bajé hasta el interior, cruzando el pasillo oscuro y frío hasta sentir como la calidez del fuego de la hornilla, al menos cubría una parte de la cocina. Un olor delicioso invadió mis fosas nasales, al parecer Lluse se había dado el tiempo de cocinar algo, en vez de tragarse la carne cruda, rodé los ojos y solté un suspiro con pesadez - ¿Qué se supone estás haciendo con la carne? – Pregunté acercándome a la olla, a la cual, acerqué mi mano para retirar la tapadera que cubría el guiso; pero mi dedo índice, se vio afectado por el calor que desprendía el metal, logrando causarme una quemadura que comenzó a arder a los pocos segundos - ¡Nhg! … joder -
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Mensaje por Lluse Canis Vie 8 Ene - 19:17


La repentina aproximación del pelirrojo me dejó perplejo, más aún la osadía de la que hizo alarde cuando se aventuró a besarme en los labios; tenerle cerca nuevamente me inspiró cierta serenidad y exuberante gozo; sus comentarios no resultaron confortadores, pero le ignoré tal y como siempre hacía en ocasiones como aquella, en mis desesperados intentos por resguardar la memoria de sus delicadezas y despachar los impulsos de atestarle un puñetazo en consecuencia de sus improperios. Me relamí los labios con suavidad, como si con aquel gesto pudiese almacenar su sabor hasta la próxima oportunidad de revivir la experiencia.
De improviso el viento comenzó a soplar con mayor intensidad, su gélida caricia me calaba hasta los huesos e inmediatamente comencé a tiritar, en defensa de mi susceptibilidad a las bajas temperaturas. El aroma transitorio a tierra húmeda alcanzó mis fosas nasales, definiendo el augurio de las lluvias que se aproximaban, aunque el descenso del agua celestial no se hizo esperar demasiado.

Me vi arrastrado hacia el interior del bunker por el vampiro, un gesto rudo al que yo reconocí como extremadamente solidario; en cuanto la estructura de nuestro refugio se cernió sobre nosotros, la intensa fragancia del guisado nos bañó de tentación, despertando un intenso anhelo en los confines de mi estómago.
Tan pronto como Bloody se aproximó a la olla, me deslicé en su dirección, temeroso de que cometiese alguna estupidez y arruinara el alimento por el que tanto habíamos tenido que sortear.
La tapa destartalada del guisante cayó sobre la estufa en cuanto el vampiro la soltó, el estruendo metálico me aturdió los oídos, pero no demoré demasiado en sostener un trapo viejo para ayudarme a sostener la pieza que volví a colocar en su lugar.
Eres un idiota, todo lo que tocas, lo arruinas. ―Lancé el paño sobre la mesada y me aproximé hacia el vampiro, cuya mano afectada tomé entre las mías.

Eché un breve vistazo al rostro de mi compañero y proseguí a introducir su dedo llagado en el interior de mi boca, relamí su piel con deleite, envolviendo su complexión con mi hábil lengua; al cabo de unos segundos, extraje el índice de mi cavidad y le contemplé detenidamente, comprobando cómo la combinación de sus extraordinarias facultades curativas y la característica utilidad sanadora de la saliva que ostentábamos los cánidos, devolvía el pálido color a la piel.
Deja de meter las manos donde no te corresponde, ve a sentarte por allí, éste es mi alimento, tú, sanguijuela, ya estás saciado ―espeté con cierto recelo, antes de apartarme de su cuerpo y vaciar algo del contenido del guisante en un cuenco de fondo hondo elaborado con cerámica por las manos de una simpática ancianita de la que jamás había vuelto a saber en el mercado.

Me dirigí rumbo a la mesa que yacía en la fracción de la habitación que denominábamos cocina y tomé asiento en una silla que arrimé al mobiliario, sobre su superficie y frente a mí se exhibía el plato de comida, una cuchara a su derecha y la fiel compañía de un vaso repleto de agua.
Junté las manos delante de mi pecho y, contemplando la humeante receta elaborada con una amplia sonrisa, proseguí a expresar mi gratitud.
¡Gracias a la Luna por habernos concedido la posibilidad de disponer de estos alimentos! Que así sea.
Tan pronto como se disiparon al oído mis palabras, tomé el cubierto y comencé a comer el guisado, degustando sus variados ingredientes. Las mejillas se me colorearon y sentí que todo mi cuerpo recobraba vida en cuanto la cálida y suave textura de los alimentos descendió hasta mi estómago, podría haber jurado que los ojos se me inundaron con lágrimas de gozo.
¡Ah, qué delicia! No tienes idea de lo sabroso que es esto, es una lástima que te conformes con ese espeso líquido rojo que sabe a metal, ¡oh, desdichado Bloody! ―esbocé una sonrisa socarrona y proseguí a vaciar el cuenco tan aprisa como mis fauces me lo permitieron.

Acabada mi primera ración, me puse en pie con intención de recargar el plato, fue entonces que vislumbré la próxima silueta del vampiro y tuve el horroroso sentimiento de culpa por ignorarle embebido en mi apetitosa felicidad, en toda ocasión disfrutaba de compartir mis animosidades con él, por muchas formas de maltrato que recibiera en respuesta, siempre me ocurría la necesidad de tenerle cerca.
Cegado por la incomodidad de aquella ilusoria distancia, una vez de regreso en la cocina, tomé un nuevo vaso de cristal y, tras realizarme un corte en la muñeca con un cuchillo, rellené su interior con una buena cantidad de sangre cuya pérdida poco efecto transmitió a mi cuerpo; cargué mi cuenco con más guisado y me lamí la herida hasta que esta dejó de sangrar. Regresé a la mesa, cuya cabecera ocupaba yo, y coloqué el vaso sangriento en el sitio que se encontraba a mi derecha.
Bloody… acompáñame en el banquete ―no quise mirarle a los ojos al pronunciar mi invitación, pues me avergonzaba de mis propias inseguridades. Coloqué el plato en el lugar que le correspondía y tomé asiento una vez más, para iniciar mi ritual alimenticio sin más interrupciones.
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Mensaje por Ariel Walker Miér 24 Feb - 22:51

El ardor que sentía la piel rojiza de mi dedo índice era especial. Hace tiempo, aprendí algo muy importante en mis días como humano, hace muchos años atrás, años que no añoro ni recuerdo entre sueños, aprendí que el dolor era lo que te hacía despertar, hacer sentir vivo y también indefenso, una sensación extraña, interesante y algunas veces, placentera.

    -Eso no es cierto, arreglé esta mierda de estufa primitiva ¡Que ahora me traiciona! – Comenté con molestia notoria en mi voz, las ganas de meterle un gran golpe al aparato de cocina rebosaban en mi interior; pero sólo dedicaría más de mi tiempo y regaños por parte de Lluse para poder arreglar sus piezas de hierro - ¿Por qué tienes que comer las cosas de esta manera? Eres un lobo, deberías disfrutar la carne cruda … y esas cosas ¿No? –

Pregunté de forma curiosa antes de sentir las frías y suaves manos de mi compañero tocar mi piel muerta ¿Qué se tramaba? Clavé mis rojizas iris y mis afiladas pupilas sobre su delgado y bello rostro, el tiempo adquirió una velocidad baja, tan serena y aterradora que fui capaz de escuchar los rítmicos latidos del corazón vivo del lobo “Bom  Bom Bom” y también de ver sus pálidos labios abrirse de manera suave y tan tentadora. La textura húmeda de su lengua, retorció mi interior, logrando despertar una calidez que no había sido capaz de sentir durante un largo tiempo. Mi boca salivó y mis afiladas armas quisieron despertar en ese mismo momento, probarlo una vez más, dejarlo hasta el borde de la muerte y ver como la luz de sus ojos se iba extinguiendo con los segundos; pero se quedaría conmigo, porque me detendría antes de que fuera demasiado tarde. Estaba en mi límite, tan cerca; pero al mismo tiempo tan lejos de tomar su vida como mía, y bailar sobre su cuerpo una danza prohibida por la vista de los inocentes; pero su voz me regresó del trance del instinto, devolviendo la poca cordura que había sobrevivido en mi cabeza.

- ¿Eh? – Aturdido moví mi mano, siendo incapaz de ignorar la sensación de alivio por parte de mi extremidad, se había curado en su totalidad, dejando sólo el rastro existente de una capa húmeda de saliva – Sabes, quizá olvidaste que toqué a los cadáveres y también, quizá … - Una suave y burlona risa salió de mis finos labios antes de continuar – Partes ocultas del cuerpo de aquella linda mujer –

La mano recién sanada, siguió el camino que llevaba directo a mi boca, donde se reunió con mi rojiza lengua en un movimiento indecoroso y fascinante, mientras que mis pies me llevaban a una zona alejada del fuego obedeciendo las réplicas por parte del lobo, donde los accidentes no fueran capaces de ocurrir. Fui directo a aquella sala desordenada y algo sucia, donde el polvo abundaba más que los muebles y la comodidad. La cómoda cama del lobo me recibió con los brazos abiertos, donde revolví las viejas sábanas que apestaban con un aroma dulce y adictivo. Una vez cómodo, di una media vuelta, clavando mi vista en el pelirrojo que se preparaba para recibir su cena. La oración que ofreció me pareció lo más estúpido del mundo, incluso más que los apodos ridículos que inventaba para mi persona.

- ¡Cierra la boca! Ese líquido sabe mejor que la mierda que tu cocinas – Inquirí molesto, frunciendo el ceño, y aprisionando a la rancia almohada entre mis brazos con fuerza, como si fuera capaz de asfixiarla con mi cuerpo – Y para ser sinceros, prefiero ser un vampiro a un sucio lobo que deja su pelo por todo el lugar, y que necesita cocinar sus alimentos como si fuera un humano ¿Qué diría tu raza sobre ti? Seguro se burlarían y te rebajarían a basura – Seguí dirigiendo la más crueles palabras a mi mejor amigo; pero me reconfortaba que él ya estaba acostumbrado a mi trato, pobre de él, tan desdichado y humillado diariamente - ¡Oh! Espera, es yo ya lo hago, no lo lamento. Costal de pulgas-

Terminando mis palabras, volví a girar mi cuerpo sobre el colchón ruidoso, dejando a la vista el largo de mi espalda y la mata de cabello rojizo que reinaba sobre mi cabeza. El olor del guisado reinaba por todo el bunker, incluso el sentir de los recuerdos de la antigua familia ya difunda, me atacó regresando la debilidad a mi cuerpo por unos escasos segundos, que desdicha era la mía, dependiendo de la sangre de los vivos para sobrevivir, de Lluse y su vitalidad, patético; pero el sonido característico del llenar despertó mis instintos, aquel hermoso aroma dominó sobre el del guisado, tan férrico y deleitable. Giré rápidamente mi cabeza, y levanté mi cuerpo con ansiedad de aquella confortable cama, y el ver la copa llena del rojizo color me hizo olvidar todo aquello que me hacía débil, él era lo único que necesitaba en el mundo actual, tan vano y cruel, especialmente hecho para los hijos de la noche.

Fue poco el tiempo que pasó para que me encontrara sentado frente a frente con mi compañero, él comiendo su extraña mezcla y yo sosteniendo la copa con delicadeza, sin dedicarme a dar el primer sorbo – Dime Lluse ¿Qué es lo que se siente ver a alguien más disfrutando de algo que te pertenece? – El líquido, bailaba en un suave movimiento giratorio, capaz de ser notado por la trasparencia del cristal, aún estaba tibio - ¿Te gusta? … ¿Sientes placer? o dicha – El borde de la copa, se unió con mis labios, dejando que un gran trago de la vitalidad de Lluse pasara por mi garganta, llenando todo mi cuerpo de esa nueva energía – Impotencia, dolor, sufrimiento, alegría, gozo, confusión, vergüenza, debilidad … - El contenido del recipiente pronto fue desaparecido por mi cuerpo, dejando apenas un par de gotas que se resistían a quedarse unidas con el cristal – Lindo acto de tu parte; pero sigo prefiriendo beber de la fuente – Le dediqué esta vez una de mis sonrisas inocentes, tan falsas y de aspecto vulnerable – Juguemos a algo.-
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Mensaje por Lluse Canis Lun 29 Feb - 23:04


La voz de Bloody clamó mi atención y me encontré contemplándole tan pronto introduje en el interior de mi boca un modesto trozo de carne. Su pregunta me hizo estremecer, no deseaba pensar en esa clase de tópicos cuando me sabía víctima de su voracidad. Vislumbré el balanceo de mi sangre dentro de aquel contenedor de cristal, cuán irónico resultaba contemplar aquella medida de mi vitalidad alojada en un ornamento de vajilla dispuesto para saciar la sed de los civilizados. ¿Qué sentía? Pues, resultaba sumamente confuso. Deleite, un oscuro y morboso deleite, saberme tan insignificante dentro de un vaso, a merced del sostén de aquel individuo. Rojo, líquido, espeso y cálido. No me avergonzaba, me excitaba; no existía gozo alguno en el conocerme frágil, pero no temía en absoluto, por el contrario, me veía víctima de los efectos sedativos del pánico más exorbitante aún en su ausencia, me recorría el cuerpo la adrenalina de quien se enfrenta al más pavoroso de los peligros a sabiendas de su inexistencia. Y sin embargo, me contentaba con contemplar ese balanceo de maná carmesí, contenido en un vaso de cristal.

Déjate de idioteces ―logré espetar en cuanto Ariel deglutió mi sangre, retorné la atención al restante guisado que yacía en mi plato y comencé a comerlo sin algún tipo de modales―. Cocino la comida porque el hecho de que oculte un lobo en mi interior no quiere decir que no pueda comportarme con civilización. Deberías aprender de mí, Bloody, tú que siempre saltas al cogote de tus víctimas y les perforas la carne sin el menor atisbo de delicadeza.
Acabé el contenido del cuenco sin ser consciente de ello, arrojé el cubierto en su interior y bebí agua hasta saciarme. Aguardé inmóvil, sentado en mi silla, como si estuviese esperando que algo extraordinario aconteciera en aquella habitación. Bien sabía yo que nada de esa envergadura ocurría jamás en aquel búnker del demonio y, aún así, allí me tenían, expectante.

Me di por vencido en mis vanas esperanzas de encontrar motivos para desquitarme con algo, me puse de pie y recolecté mis utensilios, me dirigí hasta la cocina y arrojé la vajilla dentro del fregadero; encendí el grifo que, luego de emitir extraños quejidos, dejó correr el agua. Tomé un trapo y algo de jabón, froté ambos elementos juntos hasta producir espuma y la esparcí sobre el plato, sobre la cuchara y el vaso. Luego enjuagué todo y lo abandoné a un lado, legando a merced de las condiciones naturales el tiempo de secado.
Me volví hacia el comedor, apoyando mi cadera contra la mesada. Bloody había mencionado algo sobre un juego, ¿a qué se estaría refiriendo? No lo sabía, pero todo lo procedente de la sanguijuela jamás era favorable para mí.

Me sentía confuso, aún rondaba mi mente la complexión de mi sangre dentro de aquel vaso, la imaginé descendiendo por la garganta del vampiro, colmando su estómago, yo dentro de él, devolviéndole a la vida. Exhalé un suspiro y me despeiné el cabello con la mano derecha. Algo andaba mal conmigo, ¿en qué clase de monstruo me estaba convirtiendo? Fuera lo que fuese, todo era culpa de ese jodido pelirrojo y sus juegos psicológicos.
¿De qué tipo de juego me estás hablando? ―de pronto me sentí pequeño y débil, al fin y al cabo, era un completo idiota―. Oh, ¿no querrás decir…? ―esbocé una sonrisa ladina, recuperaría mis ánimos con alguna broma de mal gusto―, ¡pero qué pienso! Claro que no… eres una pequeña sabandija chupasangre que jamás se ha acostado con alguien. ¿Que has tocado a la mujer que asesinaste? ¡Oh, por favor! Ni tu madre creería esa tontería, no sabrías, siquiera, por dónde comenzar. Te aterra, te repugna. ―Oh, pero qué cinismo, qué crueldad. Y ahora aquella horda de improperios dejaba lugar al denigrante arrepentimiento. Así es, me afligía insultar al autor de todos mis agraviantes apodos.
Chasqueé la lengua, me crucé de brazos y aparté la vista, avergonzado. Maldición.
Dijiste ―exhalé un breve suspiro―, dijiste algo sobre un juego, ―Me atreví a dirigirle la mirada con cautela―, ¿a qué te referías realmente?
Lluse Canis
Lluse Canis
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